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Un impuesto, ¿la mejor manera de reducir los residuos plásticos?

“Los impuestos ambientales permiten internalizar los efectos negativos que genera su producción en el precio que pagan los consumidores”, explica a Sinc Luis Antonio López, investigador en economía ambiental y energética de la Universidad de Castilla-La Mancha. En este caso, el tributo contribuiría a reducir las emisiones de CO2, el uso de recursos y la generación de residuos.

El principal requisito para que el impuesto funcione es que provoque un cambio de comportamiento en consumidores y empresas para avanzar hacia una economía más circular. Los primeros reaccionarán al ver subir el coste de artículos que compran habitualmente, como las botellas de agua. Los productores lo harán a medio plazo, buscando alternativas y nuevos materiales libres de la tasa. A partir de entonces, “el impacto del impuesto en los precios finales será menor”, indica López.

Por último, las compañías que emplean los envases para distribuir sus productos buscarán opciones que no incluyan plásticos. Esta estrategia les permitirá identificarse como firmas sostenibles y atraer a clientes con valores ambientales.

Sin embargo, uno de los mayores riesgos del impuesto, según advierte López, es que repercuta en mayor medida en grupos sociales con rentas bajas. Si bien el anteproyecto incluye medidas como servir agua del grifo en bares y restaurantes e instalar más fuentes, la tasa puede ser problemática en zonas con aguas de mala calidad o sabor.

En términos económicos, el tributo podría ser regresivo: las familias con menos recursos tendrían que pagar un porcentaje más elevado respecto al total de consumo que realizan que aquellas con un gasto global mayor. Para evitarlo, “habría que pensar en establecer métodos compensatorios”, aconseja el experto en economía.

Además, los hogares de renta media-alta pueden asimilar más fácilmente el aumento de precios que genere el impuesto y no cambiar sus preferencias. Para ellos, el impuesto no es suficiente. Por eso también “se debería limitar la venta de algunos productos que sean especialmente dañinos o tratar de aumentar la concienciación a los consumidores sobre el impacto de sus decisiones”, sugiere López.